martes, 1 de julio de 2014

LO QUE MUCHOS NO SABEMOS SOBRE EL AYUNO




Antes de hablarte del ayuno, quisiera hablarte primero de lo que es la Ascesis o Penitencia, ya que el ayuno es solo parte de este trabajo espiritual que todo cristiano debe hacer si quiere llegar a la santidad propuesta por Jesucristo.
Empezaré diciéndote que cuando hablamos de Ascesis o Penitencia nos referimos al esfuerzo humano que responde a la gracia de Dios, y es el medio por el cual el hombre se dispone y purifica su vida para que en ella se desarrolle en plenitud la vida divina. Este esfuerzo en nosotros los cristianos adquiere una nota particular y quizás única, ya que, a diferencia de algunas otras "espiritualidades", la Ascesis en el fiel cristiano, es animada y dirigida por el mismo Espíritu Santo, que no busca destruir sino construir.
El padre Rainiero Cantalamessa, al referirse a la santidad y su relación con la Penitencia, dice que ésta "es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo".
Por ello, la Ascesis es la herramienta de la que nos valemos para fortalecer los muros por los cuales transitan nuestros deseos y aspiraciones, los cuales fuera de control son capaces de destruir nuestra vida, o al menos impedir que ésta alcance la plenitud. Es, digamos, el elemento regulador, y, en muchos casos, el propulsor de una vida equilibrada y santa. Por eso dice al respecto el Catecismo de la Iglesia: "Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia" (Cat. No. 1435)
Por una ancestral tradición, los viernes son considerados como un día de Penitencia. Esto es debido, principalmente a que en un viernes Jesús padeció por nosotros para darnos la vida eterna. Por esta razón, entre otras, se ha identificado la Penitencia con el sufrimiento. Cuando pensamos en la Penitencia, de inmediato viene a nuestra mente los monjes dándose de latigazos, o poniéndose espinas en el pecho, o de alguna manera destruyendo su cuerpo. Sin embargo la Penitencia, como nos lo explica el papa Juan Pablo II en Reconciliación y Penitencia, es: todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al corazón y del corazón a la vida. Es decir la Penitencia es una ayuda para que podamos realmente vivir el Evangelio.
Un santo de la edad media que había entendido bien lo que era la Penitencia decía: la primera y más importante Penitencia es: Orar.
Desafortunadamente, el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la Ascesis o Penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y materialista que vivimos nos hace despreciar con facilidad estos dos valores que son fundamentales (cf. Mt 10,38), por no decir, indispensables, en la vida, no solo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para poder vivir una vida razonablemente alegre y estable. Y es que la Penitencia actúa como una fuerza reguladora sobre nuestras pasiones y deseos los cuales dejados en libertad pueden llegar a destruir nuestra vida. Para contenerlos, en algunos casos debemos agregar a nuestra vida algo, "Ascesis Positiva" , y en otros eliminar o matizar, "Ascesis Negativa". En ambas direcciones la Penitencia supone una renuncia, por lo que esto no se podrá hacer sin la ayuda de la cruz y del Espíritu Santo. La Penitencia cristiana, correctamente entendida, no es estoicismo, ni platonismo, por lo que no se trata de destruir nuestro cuerpo, sino de una "herramienta espiritual que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria".
Para que la Penitencia sea verdaderamente una ayuda para el crecimiento espiritual, es necesario quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para redescubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas, nos ama y nos ha llamado a la santidad más elevada. Esto nos llevará sin lugar a dudas a experimentar el poder que sana el interior del hombre y que le impulsa a reemprender el camino de la felicidad, la alegría, el gozo y la paz, ya que como bien decía Clímaco: "es mediante la Penitencia como nos libramos de la tiranía de las pasiones". Así la Ascesis es la cruz benéfica que nos ayuda a renunciar a nosotros mismos, a los excesos y exageraciones, y que prepara el camino para que Dios desarrolle en nosotros la vida divina, la "Vida según el Espíritu".
Sin embargo debemos ser conscientes que la falta de prudencia, puede también desordenar la misma Penitencia, con lo cual se causan graves daños, sobre todo al alma, ya que la práctica de la mortificación debe ser siempre un acto de templanza.
Santo Tomas, citando a San Jerónimo dice: "No hay diferencia entre matarse en largo o en corto tiempo. Se comete una rapiña, en ves de hacerse una ofrenda, cuando se extenúa inmoderadamente [sin templanza] el cuerpo por la demasiada escasez de alimento o el poco de sueño".
Ahora si, teniendo en cuenta lo que te he dicho sobre la Penitencia, veamos un poco el Ayuno. El Ayuno, desde la vida espiritual, nos ayuda en dos áreas de nuestra vida. Por un lado, es la forma como la voluntad se entrena con la renuncia a cosas buenas, para en su momento poder rechazar las malas. Por otro lado, ejerce una acción misteriosa, que permite al alma abrirse de una manera particular a la gracia y a la presencia de Dios.
Cuando nos privamos de cualquier cosa que está en relación con nuestros apetitos, especialmente con el placer (comer, beber, ver, oír, sentir), estamos acostumbrando a nuestra voluntad a recibir ordenes directamente de nosotros y no de nuestras pasiones. Nos lleva a ser dueños de nosotros mismos. De esta manera, una persona habituada a ayunar será una persona habituada a la renuncia, y tendrá sometidas sus pasiones a la voluntad, de manera que el cuerpo come, duerme, y hace lo que la voluntad le indica. Si la voluntad está orientada a Dios, buscará evitar todo lo que lo separa de Dios y orientará todas sus acciones a EL.
Por otro lado, como te decía, el Ayuno, especialmente el de la comida, nos abre de una manera misteriosa a la presencia de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre de Dios.
Ahora bien, para que esto se realice, el Ayuno debe estar unido a la oración. Sin oración el Ayuno se convierte en dieta o en estoicismo, que poco o nada ayuda a la vida espiritual.
De manera práctica, te indico algunos elementos que pueden serte de utilidad para iniciarte y crecer en este ejercicio espiritual:
1. Lo primero es que el Ayuno debe ser progresivo. Es decir hay que comenzar por lo poco y poco a poco progresar en él. Empieza entonces con pequeñas renuncias, como negarte un café, un vaso de agua, un dulce, un postre, un programa de televisión, etc. Esto irá poco a poco aumentando tu capacidad de renuncia.
2. Inicia el Ayuno con un buen rato de oración. Te recomiendo prepararlo desde un día antes… por la noche haz un buen rato de oración y ofrece a Dios el día de Ayuno. Pide a Dios la gracia que estás necesitando o el sentido que quisieras ver fortalecido con tu Ayuno. Durante todo el día de Ayuno, dedica el mayor tiempo que puedas a la oración. Es conveniente que se escoja un salmo el día anterior y alguna frase del salmo para repetirlo durante todo el día de Ayuno, como: “Señor tú eres mi fuerza y mi victoria”, o alguna frase del mismo salmo. Regresa durante el día al salmo y ten el mayor tiempo de oración que puedas… substituye el alimento corporal con alimento espiritual.
3. Es muy conveniente que inicies tu Ayuno con la Eucaristía. Busca una Iglesia en donde puedas comulgar en la mañana. Si no se puede, haz al menos una comunión espiritual.
4. Una vez que sientas que has progresado con las renuncias, inicia con lo que se llama el Ayuno Eclesiástico, que es lo mínimo que nos invita a vivir la Iglesia en los días prefijados de Ayuno (Miércoles de ceniza y Viernes Santo). Este consiste en desayunar un pan y un café, no tomar nada entre comidas, comer ligero (procurando que te quedes con un poco de hambre) y finalmente por la noche lo mismo un pan y un café.
5. El siguiente paso es hacer medio Ayuno, que consiste en solo un café en la mañana, nada entre comidas y una comida ligera. Solo agua todo el día. Por la tarde puede tomar una cucharada de miel, sobre todo si tienes un trabajo que requiera mucho desgaste de energía.
6. Finalmente podrás aspirar al Ayuno de pan y agua, que consiste en comer solo pan y agua. Lo mismo, puedes tomar una cucharada de miel a media mañana y a media tarde para recuperar energía.

Recuerda, que es una obra del Espíritu, por lo que no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde a una gracia inmensa de Dios y viceversa, un gran esfuerzo humano y pocos resultados espirituales. Dios sabe cómo, y en qué momento darnos las gracias. De lo que si puedes estar seguro es que al iniciarte en el ayuno te abrirás a la santidad y tu vida cambiará RADICALMENTE. El Ayuno es el camino a la perfección cristiana. Ánimo.

domingo, 29 de junio de 2014

Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles



Evangelio según San Mateo 16,13-19.


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”.
Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.
“Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”.
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. San Pedro y San Pablo.


San Pedro, Apóstol (s. I )

Recorría las calles de Batsaida con las cestas llenas acompañado de su padre Jonás y su hermano Andrés para vender la pesca. También pasaron horas remendando las redes, recomponiendo maderas y renovando las velas.
Se casó joven. Era amigo de los Cebedeos, de Santiago y Juan, que eran de su mismo oficio. A veces, se sentaban en la plaza y, comentaban lo que estaba en el ambiente pleno de ansiedad y con algo de misterio; hablaban del Mesías y de la redención de Israel. En la última doctrina que se explicó en la sinagoga el sábado pasado se hablaba de Él.
Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, ha calentado el ambiente con sus bautismos de penitencia en el Jordán. Andrés está fuera de sí casi, gritándole: ¡Lo encontré! ¡Llévame a él!, le pidió. Desde entonces no se le quitará de la cabeza lo que le dijo el Rabbí de Nazaret: ¡Te llamarás Cefas!
Continúa siendo tosco, rudo, quemado por el sol y el aire; pero él es sincero, explosivo, generoso y espontáneo. Cuando escucha atento a Jesús que dijo algo a los ricos, tiempo le faltó para afirmar «nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué será de nosotros?» Oye hablar al Maestro de tronos y piensa de repente, sin pensarlo «Seré el primero».
Pedro es arrogante para tirarse al agua del lago y al mismo tiempo miedoso por hundirse. Cortó una oreja en Getsemaní y luego salió huyendo. Es el paradigma de la grandeza que da la fe y también de la flaqueza de los hombres. Se ve en el Evangelio descrita la figura de Pedro con vehemencia para investigar; protestón ante Cristo que quiere lavarle los pies y noble al darle su cuerpo a limpiar.
Es el primero en las listas, el primero en buscar a Jesús, el primero en tirar de la red que llevaba ciento cincuenta y tres peces grandes; y tres veces responde que sí al Amor con la humildad de la experiencia personal.
Roma no está tan lejos. Está hablando a los miserables y a los esclavos prometiendo libertad para ellos, hay esperanza para el enfermo y hasta el pobre se llama bienaventurado; los menestrales, patricios y militares… todos tienen un puesto; ¿milagro? resulta que todos son hermanos. Y saben que es gloria sufrir por Cristo.

En la cárcel Mamertina está encerrado, sin derechos; no es romano, es sólo un judío y es cristiano. Comparte con el Maestro el trono: la cruz, cabeza abajo. En el Vaticano sigue su cuerpo unificante y venerado de todo cristiano.             
San Pablo, Apóstol (s. I ) 

Dejó escrito: «He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me está reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me dará en su día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida».

Y fue mucha verdad que combatió, que hizo muchas carreras y que guardó la fe. Su competición, desde Damasco a la meta -le gustaba presentar la vida cristiana con imágenes deportivas- no fue en vano, y merecía el podio. Siempre hizo su marcha aprisa, aguijoneado con el espíritu de triunfo, porque se apuntó, como los campeones, a los que ganan.
En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos de los que lapidaban a Esteban. Después se levantó como campeón de la libertad cristiana en el concilio que hubo en Jerusalén. Y vio necesario organizar las iglesias en Asia, con Bernabé; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.
Suelen acompañarle dos o tres compañeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de los ídolos: países bárbaros, gentes extrañas, ciudades paganas, caminos controlados por cuadrillas de bandidos, colonias de fanáticos hebreos fáciles al rencor y tardos para el perdón. Antioquía, Pisidia, Licaonia, Galacia.
Y siempre anunciando que Jesús es el hijo de Dios, Señor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte años antes había ido de un lado para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por blasfemo y sedicioso.
Los judíos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discípulo y muchos se amotinan, le apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo porque es el Espíritu quien le lleva; de casi todos lados le echan.
Filipos es casi-casi la puerta de Europa que le hace guiños para entrar; de allí es Lidia la primera que cree; pero también hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y declararlo judío indeseable haciendo que termine en la cárcel, después de recibir los azotes de reglamento. En esta ocasión, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas.             


Tesalónica, que es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia. Judío errante llega a Atenas -toda ella cultura y sabiduría- donde conocen y dan culto a todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allí al Dios verdadero que es capaz de resucitar a los muertos como sucedió con Jesús.
Corinto le ofrece tiempo más largo. Hace tiendas y pasa los sábados en las sinagogas donde se reúnen sus paisanos. Allí, como maestro, discute y predica. El tiempo libre ¡qué ilusión! tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con doctrina nítida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando ánimos y sugiriendo consejos prácticos.
En Éfeso trabaja y predica. Los magos envidian su poder y los orfebres venden menos desde que está Pablo; el negocio montado con las imágenes de la diosa Artemis se está acabando. Las menores ganancias provocan el tumulto.
Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano, será una tierra bárbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados. Solo el límite del mundo pone límite a la Verdad.
Quiere despedirse de Jerusalén y en Mileto empieza a decir «adiós». La Pentecostés del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalén la calumnia de haber profanado el templo con sacrilegio. Allí mismo quieren matarlo; interviene el tribuno, hay discurso y apelación al César. El camino es lento, con cadenas y soldado, en el mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio.
La circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el misterio de la unión indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia. Al viajero que es místico, maestro, obrero práctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y magnánimo lo pone en libertad, en la primavera del año sesenta y cuatro, el tribunal de Nerón. Pocos meses más tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada cerca del Tíber.

¿Que nos enseña la vida de Pedro?

Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse para ser santos todos los días Pedro concretamente nos dice: ” sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” ( I Pedro, 1, 15)
Cada quién, de acuerdo a su estado de vida debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

¿Que nos enseña la vida de San Pablo?

Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicándo su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar que viva, y de diferente maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

martes, 24 de junio de 2014

"EL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA"



 SAN JUAN BAUTISTA

San Juan Bautista, es el único santo que se conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre por la visita del Salvador. Su nacimiento es motivo de inmensa alegría para la humanidad por el anuncio que trae de la próxima Redención. El arcángel Gabriel anunció a Zacarías que su mujer estéril, iba a concebir y agregó: «Le darás el nombre de Juan y será para ti objeto de júbilo y alegría; muchos se regocijarán por su nacimiento puesto que será grande delante del Señor». Al nacer, Zacarías proclamó el «Benedictus», que repetimos a diario en el oficio.


Origen de la fiesta

La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.
Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.

-."La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinos quién eres. Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio".-
(Sermón 293, 1-3: PL 38, 1327-1328 de San Agustín)
                                              

La predicación de Juan Bautista
Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

martes, 1 de abril de 2014

LOS SIMBOLOS DE LOS CUATROS EVANGELISTAS



Los evangelios (buena noticia) son los escritos que narran la historia de la vida, muerte, doctrina y milagros de Jesús de Nazaret. La proclamación del evangelio se conoce como evangelización. Existen cuatro evangelios contenidos en la Biblia, llamados evangelios canónicos, reconocidos como oficiales por las diferentes confesiones cristianas. Los evangelios tradicionales son conocidos con el nombre de sus supuestos autores: Mateo el primero, seguido por Marcos, Lucas, y Juan, en dicho orden. La mayoría de los expertos considera que estos cuatro evangelios fueron escritos entre 65 y 100 DC, aunque otros expertos proponen fechas más tempranas. Tradicionalmente se suele representar a los cuatro evangelistas mediante cuatro símbolos. El orden en el que aparecen en el Nuevo Testamento son:

El ángel (un hombre con alas): Mateo.

El león: Marcos.

El buey: Lucas.

El águila: Juan.

Mateo: se simbolizó con un ángel (un hombre con alas) porque su evangelio comienza con la lista de los antepasados de Jesús, el Mesías: Mt 1,1-16. Esta lista es de gran valor para este evangelio porque presenta a Jesús como hijo de David (el más importante de los reyes) e hijo de Abrahán (el padre del pueblo de Dios). Su icono es un ángel, un hombre con alas, y representa la encarnación (dios hecho hombre). A San Mateo se dio una criatura con semejanza humana, porque su evangelio comienza con la generación humana de Cristo, y porque en sus escritos son sobre la naturaleza humana de Jesucristo más que lo divino.


Marcos: su evangelio fue el primero en escribirse (en la década de los años 60 después de Cristo) y sirvió como texto de catequesis para los que se preparaban para recibir el bautismo. Es el evangelio más corto y el hecho de que comience presentando a Juan Bautista en el desierto es muy importante. Para el pueblo de la Biblia, el desierto representaba, entre otras cosas, el lugar donde se fraguan los nuevos proyectos. Esto es lo que hizo el pueblo de Dios cuando salió de la esclavitud de Egipto. El león fue el símbolo de San Marcos, su figura representa la resurrección. El león fue aceptado en los primeros tiempos como un símbolo de resurrección, debido a que los cachorros de león nacen pequeños inmóviles y con sus ojos cerrados durante los primeros días, hay un mito de que los cachorros de león nacen muertos, pero vienen a la vida después de tres días. Esto recuerda a los cristianos de la Resurrección.



Lucas: su evangelio comienza con la visión de Zacarías en el Templo, donde se sacrificaban animales como bueyes, terneros y ovejas. El evangelio de Lucas comienza y termina en el Templo; los Hechos de los apóstoles constituyen la segunda parte del evangelio de Lucas. Si en el evangelio encontramos el camino de Jesús, en los Hechos tenemos el camino de las comunidades que siguieron a Jesús. Su icono es un buey con alas, representa la pasión (el sacrificio). La forma del buey es en virtud de que es la bestia de sacrificio, como un buey es signo de fuerza, diligencia y paciencia, e incansable por los trabajos a realizar. Como un animal de sacrificio, con Jesús se hace hincapié al sacrificio de la expiación.



Juan: su evangelio se abre con la contemplación del Jesús-Dios: Jn 1,1. El evangelio de Juan fue el último en aparecer, y no se escribió en pocos días. Lo escribieron los discípulos de Juan. Una de las características del Jesús del evangelio de Juan es esta: el Maestro nos conoce a cada uno de nosotros mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos: Jn 1,48. Poco más adelante dice que Jesús "no necesitaba que le informasen de nadie, pues él conocía muy bien el interior del hombre. Su icono es el águila, representa la ascensión. " El águila fue asignada a San Juan porque, como el águila se eleva hacia el cielo, igual subió hacia arriba el espíritu de Cristo al reino de los cielos para traer de vuelta a la tierra la revelación del misterio sublime y terrible. Una de las primeras leyendas señala al águila que renueva periódicamente su juventud al volar cerca del sol y luego se sumergirse en un lago o fuente. Sobre esta base, el águila se convirtió en un símbolo de la Resurrección.




sábado, 29 de marzo de 2014

"AUNQUE NO LO VEMOS"



Dios está presente de manera cercana y constante en las experiencias propias de la vida humana: en lo grande y en lo pequeño; en lo agradable y lo desagradable; en la oración y en el placer. Aprender a encontrarlo en cada momento nos hará descubrir el gozo inefable de su presencia y encontrar el sentido más profundo de nuestra experiencia de vida.
Nuestra relación con Dios no puede circunscribirse a los espacios “sagrados” del templo, la oración particular o la liturgia; esto ocasionaría una ruptura entre la vida cotidiana y la vida de fe, que son una sola realidad. El salmo 139, 7-10 dice: ¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
El salmista ha descubierto que Dios está presente en toda la vida: en lo espectacular y lo sencillo; en lo fácil y lo difícil; en lo agradable y lo desagradable; en lo sublime y en lo ordinario; en el gozo y en el dolor; en el triunfo y en el fracaso; en las tareas profesionales y en las domésticas; cuando amamos y cuando odiamos; cuando construimos y cuando destruimos; cuando rezamos y cuando nos divertimos… No se trata de un panteísmo que pretenda que en todo está y todo es Dios.

“VIVIR EN GRACIA DE DIOS EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN”




El Señor Jesús ha instituido el sacramento de la penitencia, que se llama también y muy adecuadamente "Sacramento de la Reconciliación" o Confesión, es uno de los regalos más valiosos que Dios ofrece a sus hijos, para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo y abrirnos así la puerta a la reconciliación con Dios.
San Juan Evangelista nos relata cómo el mismo día de la Resurrección de Jesucristo, al atardecer "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz con vosotros'. Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también Yo os envío'. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retuvierais, les quedarán retenidos". (Jn.20,19-23) Es impresionante el hecho de que lo primero que Nuestro Señor hace una vez resucitado, es conferir a sus Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Bien sabe Jesús de qué barro tan frágil estamos hechos y la necesidad que tenemos de restaurar la Gracia bautismal perdida por el pecado mortal. "Habéis sido lavados [...] habéis sido santificados, [...] habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que "se ha revestido de Cristo" (Ga 3,27). Pero el apóstol san Juan dice también: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" (Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados. ( CIC 1425) Nuestra vida de bautizados debe crecer en actos de continua conversión; de cambio permanente para conquistar el cielo que nos espera. Y esta conversión debe concretarse en los asuntos de la vida diaria: también en la frecuencia al Sacramento de la Confesión. Es cierto que confesarse no es tarea fácil, sobre todo cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad al mismo pecado y la misma vergüenza humana de tener que “decirle” los pecados al confesor. Pero esto no se compara al mar de gracias que se reciben cuando el sacerdote dice las palabras de absolución: “Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” El Evangelio de San Marcos nos refiere la ocasión en que a Jesús le presentan un paralítico bajándolo por entre las tejas del techo, en una camilla. Viendo Nuestro Señor la fe de aquellas personas, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Con toda razón los escribas presentes pensaron que Jesús blasfemaba porque "¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?" Pero el Señor, para demostrar su divinidad y el poder que tiene para ello, cura inmediatamente al paralítico, que sale sano y perdonado a la vista de todos. (Mc.2,1-12). El fin y el efecto de este sacramento es la reconciliación con Dios, además que nos ofrece las gracias necesarias para no pecar más. Es un sacramento muy valioso para cultivar un corazón puro y dedicado a Cristo. Es allí donde nos encontramos con el Señor, que nos espera para unirnos más fuertemente a su corazón, para disponernos a dar testimonio de su amor. Aprovechemos de beneficiarnos de los regalos de Dios, sobre todo de este don particular que nos reconcilia con los deseos de su cora­zón. Luchemos por alcanzar el cielo, donde Él nos espera.










lunes, 17 de marzo de 2014

HORA SANTA DELANTE DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR

“Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.(Mt28,20)

La hora Santa consiste en la exposición y adoración del Santísimo Sacramento del Altar, de La Eucaristía. La forma sagrada, es decir, Jesús mismo, es colocado en la custodia, que es una pieza de oro o de otro metal precioso. La hora santa es una práctica de origen divino. La Eucaristía es el corazón del culto católico. Aunque la forma más obvia de obtener la Eucaristía es yendo a misa, otra manera de acercarse a Dios es realizando una Hora Santa para la adoración del Santísimo Sacramento. Este tiempo de permanencia en presencia física de Cristo es una ocasión propicia para la oración, la meditación y la adoración. En una de sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque Jesús le dijo; “Todas las noches del jueves al viernes te haré participar de la mortal tristeza que quise padecer en el Huerto de los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Y para acompañarme en aquella humilde plegaria, que entonces presenté a mi Padre, te postrarás con la faz en tierra, deseosa de aplacar la cólera divina y en demanda de perdón por los pecadores”.    Estando de rodillas, figúrate estar a la entrada del huerto de los Olivos, de aquel huerto testigo de los inmensos dolores de un Dios Redentor… Besa la tierra como si verdaderamente fuera la de ese misterioso jardín. Haz de todo corazón actos de fe, esperanza y caridad, y reza, penetrado de dolor por tus pecados, reconociéndote indigno de pasar una hora con Jesús agonizante. Toda persona que pasa una hora de adoración ante Jesús en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, desarrolla una relación personal con Jesús y crece en amor y santidad. Un tiempo de silencio con nuestro Señor en la adoración, permite que lo escuchemos y reconozcamos Su voz cuando nos habla a nuestro corazón.  La Hora Santa es una oportunidad magnífica para hacer ese silencio interior en el que el Señor nos habla especialmente. Esto se logra de variar maneras. La Hora Santa rezada en la Iglesia, tiene la ventaja de la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, y la Iglesia es el lugar natural para la oración. En la Adoración Eucarística, estamos delante de Jesús así como los ángeles y los santos están delante de El en el cielo, y así como ellos se alegran por adorarlo, también nosotros nos alegramos y agradecemos que nos haya llamado a estar delante de Él.


jueves, 6 de marzo de 2014

Cuaresma, camino hacia la Pascua, tiempo de renovación personal y sacramental











La Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. De la misma manera como el antiguo pueblo de Israel marchó durante cuarenta años por el desierto para poder ingresar a la Tierra Prometida; la Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios, se prepara para vivir y celebrar la Resurrección del Señor. A lo largo de cuarenta días nos vamos disponiendo para acoger cada vez más profundamente en nuestras vidas el misterio central de nuestra fe. La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Tiempo para escuchar la Palabra de Dios que nos dice “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.” Este tiempo de cuaresma que estamos viviendo a partir del miércoles de cenizas es un camino que nos lleva al misterio más profundo de nuestra fe: la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Este camino solo tiene sentido si desemboca en la cruz de Jesús. Por lo tanto nos parece que no podemos vivir la cuaresma sin poner nuestros ojos en la Pascua. La Cuaresma ha de ser un tiempo de gracia y de compromiso por una conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra adhesión a Él y para anunciarlo con esperanza y gozo; pero, ¿Cómo hacerlo? CON LA ORACIÓN. Acercándonos a Jesús. Sin Él, nos alejamos y vivimos sin comunicación con el Padre. Sin la oración, la desorientación invade nuestra vida espiritual. CON LA CARIDAD. Con ella nos convertimos en las manos de Cristo que da, que ofrece. Sin ella, nuestra fe, se puede transformar en una gran mentira. En la caridad, se concentra toda la vida de Jesús. CON EL AYUNO. El ayuno significa la abstinencia de la comida, es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. “Ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación”, que nos decía san Pablo en la carta a los Corintios. Pero también el profeta nos ha convocado al sonido de la trompeta para que nos congreguemos en este tiempo y escuchemos la invitación que de parte del Señor nos hace a la conversión.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Miércoles de Ceniza es el primer día de la Cuaresma en los calendarios litúrgicos Católicos Protestantes y Anglicanos. Se celebra cuarenta días antes del inicio de Semana Santa, es decir, del Domingo de Ramos. La ceniza es elaborada o extraída de los Ramos Benditos de la Semana Santa anterior, es decir, los del Domingo de Ramos, estos se incineran y de ahí sale la Santa Ceniza. La Cuaresma es tiempo de preparación a la Pascua que termina el Jueves Santo después de mediodía, recordándonos a los cristianos que somos creaturas, que esta vida es tan sólo una preparación y que nuestro verdadero destino es llegar a Dios en la vida eterna.
Al momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir”,que recuerdan a los fieles tres verdades fundamentales: su nada, su condición de pecadores y la realidad de la muerte. Cuaresma coincide con los cuarenta días que Jesucristo pasó en ayuno y en oración en el desierto. Es por ello que para llevar a cabo este objetivo la Iglesia recomienda en la Cuaresma acercarnos más a las prácticas tradicionales para expresar nuestro deseo de conversión: la oración, el ayuno y la limosna. Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para recibir la reconciliaciónVestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.

sábado, 25 de enero de 2014

SAN PABLO DE TARSO Apóstol de los Gentiles



(Saulo de Tarso) Apóstol del cristianismo que él transformó en religión universal (Tarso, Cilicia, h. 4/15 - Roma ?, h. 64/68). Era hijo de judíos fariseos de cultura helenística y con ciudadanía romana, es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol, y constituye una de las personalidades señeras del judaísmo del siglo I d.C. y del Cristianismo primitivo.



Pablo habría nacido entre los años 5 y 10 en Tarso justamente, una ciudad que ocupa el territorio que hoy pertenece a Turquía. Cuando Pablo fue tirado por tierra, fue capaz de entregarle a Cristo absolutamente todo sus ser. Mas tarde pudo decir "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi". Respecto de su formación, Pablo contaba con una Respecto de su formación, Pablo contaba con una sólida formación académica que incluía conocimientos sobre teología, filosofía, hechos jurídicos, lingüística y mercantil, además, hablaba perfectamente los idiomas: griego, latín, arameo y hebreo, situación que por supuesto le abriría el camino para la difusión de su mensaje.

Pablo escribió 13 cartas que forman parte del Nuevo Testamento y están dirigidas a las comunidades de gentiles, paganos convertidos por su predicación. En ellas les exhorta, les guía en la fe y enseña sobre ética y doctrina. Los Hechos de los Apóstoles. Particularmente a partir del capítulo 13 son, a los efectos prácticos, los hechos realizados por Pablo. Los Hechos transmiten un conjunto notable de informaciones sobre él, desde su «conversión» en el camino a Damasco hasta su llegada a Roma como prisionero. Los escritos de San Pablo adaptaron el mensaje de Jesús a la cultura helenística imperante en el mundo mediterráneo, facilitando su extensión fuera del ámbito cultural hebreo en donde había nacido.


Así que perseguí a muerte a este camino e hice encadenar y meter en la cárcel a hombres y mujeres; esto lo saben muy bien el sumo sacerdote y el Consejo de los Ancianos. Incluso me entregaron cartas para nuestros hermanos de Damasco, y salí para detener a los cristianos que allí había y traerlos encadenados a a Jerusalén para que fueran castigados.


Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso de mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo.







Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”


Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Y él me dijo: “Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.


Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba.


Entonces yo pregunté: “Qué debo hacer, Señor?” Y el Señor me respondió: “Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada. para que fueran castigados.


Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso de mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo.


Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”


Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Y él me dijo: “Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.


Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba.





Entonces yo pregunté: “Qué debo hacer, Señor?” Y el Señor me respondió: “Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada. (Hch 22,4-16)

martes, 21 de enero de 2014

SANTA INES



El nombre de Inés figura el 21 de enero en la Depositio Martyrum de 336, del que pasó luego al Martyrologium Hieronymianum y al canon de la misa romana y ambrosiana. En el s. VI también se lee en el calendario de la Iglesia de Cartago, así como en otras liturgias occidentales. La liturgia romana celebra una segunda fiesta de Santa Inés el 28 de enero, llamada en el Martyrologium Hieronimianum Agne genuinum.



Santa Inés ha sido considerada por la Iglesia como patrona de la pureza. Es una de las Santas Cristianas más populares. Probablemente fue martirizada al principio de la persecución de Diocleciano, quien publicó sus crueles edictos en marzo del año 303 de nuestra era. San Ambrosio y San Agustín dicen que Santa Inés solo tenía 13 años cuando fue martirizada. Ante la negativa a su pretendiente, la denunciaron como cristiana al gobernador, quien utilizó halagos y amenazas para persuadirla, pero todo fue en vano, pues Inés se mantuvo firme en su decisión. Al ver esto, el gobernador la envió a una casa de prostitución, donde acudieron muchos jóvenes licenciosos pero que no se atrevieron a acercársele, pues se llenaron de terror y espanto al ser observados por la santa. El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada, y, cuando iba a ser decapitada, el verdugo intentó que abjurase, a lo que ella respondió: Injuria sería para mi Esposo que yo pretendiera agradar a otro. Me entregaré sólo a Aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca este cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados. El cuerpo de la santa fue sepultado a corta distancia de Roma, fue colocada en un sepulcro separado en la Vía Nomentana, y alrededor de su tumba se tuvo una catacumba de mayores dimensiones, la que lleva su nombre. La losa original que cubría sus restos, con la inscripción de Agne Sanctissima, es probablemente la misma que se preserva hoy día en el museo de Nápoles.

sábado, 18 de enero de 2014

UNA HISTORIA DE AMOR

 

Un día, temprano por la mañana,

me levanté para observar la salida del Sol.                                                                                                                              ¡Oh, la belleza de la Creación de Dios queda más allá de la descripción!
Mientras observaba, alababa a Dios por su bella obra.                                                                                                  Mientras estaba sentado ahí, sentí la presencia del Señor conmigo.
Entonces, Él me preguntó, "¿Me amas?"
Yo contesté, "¡Por supuesto, Dios!
¡Tú eres mi Señor y Salvador!"
Entonces me preguntó. "Si estuvieras físicamente incapacitado, ¿aún me amarías?"
Me quedé perplejo. Miré abajo.                                                                                                                                                  Mis brazos, piernas y el resto de mi cuerpo y me pregunté cuántas cosas sería incapaz de hacer.                                                                                                                                                                                                           Las cosas que hoy me parecen tan sencillas.                                                                                                                               Y contesté,                                                                                                                                                                                      "Seria difícil, Señor, pero aún así te amaría"
Entonces el Señor dijo, "Si estuvieras ciego,
¿amarías aún mi creación?".                                                                                                                                                           ¡Cómo podría amar algo, siendo incapaz de verlo!
Entonces pensé en toda esa gente ciega en el mundo entero y cuántos de ellos aún aman a Dios y a su Creación.                                                                                                                                                                                                 Así que contesté,                                                                                                                                                                                   "Es difícil pensarlo, pero aún te amaría."                                                                                                                                    El Señor entonces me preguntó, "Si fueses sordo,
¿oirías aún mi Palabra?".
¿Cómo podría oír algo siendo sordo?                                                                                                                                              Entonces comprendí.
Escuchar la Palabra de Dios no es meramente usar nuestros oídos,                                                                           sino nuestros corazones.  Contesté, "Sería difícil, pero aún oiría tu Palabra".
El Señor entonces preguntó,                                                                                                                                                           "Si estuvieses mudo, ¿alabarías aún mi Nombre?".                                                                                                                                                                                                                                  ¡Pero cómo puedo alabar sin voz! Entonces se me ocurrió que Dios desea que le cantemos desde nuestra alma y corazón.
No importa cómo sonamos.                                                                                                                                                        Y cuando alabamos a Dios no lo hacemos siempre con un cántico, pero cuando somos perseguidos, le damos alabanza a Dios con nuestras palabras de gratitud.                                                                                                                    Entonces contesté,                                                                                                                                                                    "Aunque no pudiera cantarte físicamente,
alabaría aún tu Nombre"
Y el Señor preguntó, "¿En realidad me amas?"
Con valor y profunda convicción, le contesté resueltamente,
"¡Sí Señor! ¡Te amo porque Tú eres el Dios único y verdadero!"
Pensé que había contestado correctamente, pero Dios preguntó,                                                                         ¿ENTONCES  POR QUÉ  PECAS?         
Contesté, "¡Porque soy sólo un humano, y no soy perfecto!"                                                                         "ENTONCES " ¿POR QUÉ EN TIEMPOS DE PAZ TE DESCARRÍAS TAN LEJOS DE MÍ?                                                ¿POR QUÉ SÓLO EN TIEMPOS DE ANGUSTIA ORAS SINCERAMENTE?                                                                    No hubo respuestas.                                                                                                                                                                      Sólo lágrimas.
El Señor continuó,                                                                                                                                                                          "¿Por qué solamente cantas en la  asamblea y en los retiros espirituales?                                                                       ¿Por qué me buscas sólo en tiempos de adoración?                                                                                                    ¿Por qué pides cosas tan egoístas?                                                                                                                                                 ¿Por qué pides sin tener fe?"                                                                                                                                                               Las lágrimas continuaron rodando sobre mis mejillas.
"¿Por qué te avergüenzas de mí?                                                                                                                                              ¿Por qué no estas esparciendo las buenas nuevas?                                                                                                        ¿Por qué en tiempos de persecución, lloras con otros cuando te ofrezco mi hombro para que llores?                                                                                                                                                                                                   ¿Por qué pones pretextos cuando te doy la oportunidad de servir en Mi Nombre?"
Intenté contestar, pero no hubo respuesta que dar.                                                                                                            Eres bendecido con la vida.                                                                                                                                                              No te hice para que desperdiciaras este regalo.                                                                                                                   Te he bendecido con talentos para servirme, pero continúas dándome la espalda.                                             Te he revelado mi Palabra, pero no obtienes el conocimiento de ella.                                                                       Te he hablado pero tus oídos estaban cerrados.
Te he mostrado mis bendiciones, pero tus ojos nunca las vieron.                                                                                  Te he mandado mis siervos, pero permaneciste sentado inmóvil mientras ellos eran rechazados.                 He oído tus oraciones y las he contestado todas."                                                                                                            "¿En verdad me amas?"
No podía contestar.                                                                                                                                                                    ¿Cómo podría hacerlo?                                                                                                                                                             Estaba increíblemente apenado.                                                                                                                                                 No tuve excusa.                                                                                                                                                                                  ¿Qué podía decir a esto?
Cuando mi corazón hubo llorado y las lágrimas habían fluido, dije
"¡Por favor perdóname Señor!                                                                                                                                                    ¡Soy indigno de ser tu hijo!"
El Señor contestó,                                                                                                                                                                             "Esa es mi Gracia, mi Hijo”                                                                                                                                                 Entonces le pregunté,                                                                                                                                                     "¿Entonces por qué continúas perdonándome?
¿Por qué me amas tanto?"                                                                                                                                                                  El Señor contestó,                                                                                                                                                                    "Porque tú eres mi creación.                                                                                                                                                         Tú eres mi hijo. Nunca te abandonaré.                                                                                                                              Cuando llores, tendré compasión y lloraré contigo.
Cuando estés gozoso, me alegraré contigo.                                                                                                                         Cuando estés deprimido, te animaré.                                                                                                                            Cuando caigas, te levantaré.                                                                                                                                                Cuando te sientas cansado, te llevaré sobre mis hombros.                                                                                      Estaré contigo hasta el fin de los días, y te amaré por siempre."                                                                            Nunca antes había llorado como en ese momento.                                                                                                           ¡Cómo pude haber sido tan frío!                                                                                                                                          ¡Cómo pude lastimar a Dios con todo lo que hice!                                                                                                              Le pregunté a Dios,   "¿Cuánto me amas?"                                                                                                                                 El Señor me estrechó en sus brazos, y contemplé sus manos cicatrizadas por los clavos.                                        Me incliné a los pies de Cristo, mi Salvador.