martes, 21 de enero de 2014

SANTA INES



El nombre de Inés figura el 21 de enero en la Depositio Martyrum de 336, del que pasó luego al Martyrologium Hieronymianum y al canon de la misa romana y ambrosiana. En el s. VI también se lee en el calendario de la Iglesia de Cartago, así como en otras liturgias occidentales. La liturgia romana celebra una segunda fiesta de Santa Inés el 28 de enero, llamada en el Martyrologium Hieronimianum Agne genuinum.



Santa Inés ha sido considerada por la Iglesia como patrona de la pureza. Es una de las Santas Cristianas más populares. Probablemente fue martirizada al principio de la persecución de Diocleciano, quien publicó sus crueles edictos en marzo del año 303 de nuestra era. San Ambrosio y San Agustín dicen que Santa Inés solo tenía 13 años cuando fue martirizada. Ante la negativa a su pretendiente, la denunciaron como cristiana al gobernador, quien utilizó halagos y amenazas para persuadirla, pero todo fue en vano, pues Inés se mantuvo firme en su decisión. Al ver esto, el gobernador la envió a una casa de prostitución, donde acudieron muchos jóvenes licenciosos pero que no se atrevieron a acercársele, pues se llenaron de terror y espanto al ser observados por la santa. El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada, y, cuando iba a ser decapitada, el verdugo intentó que abjurase, a lo que ella respondió: Injuria sería para mi Esposo que yo pretendiera agradar a otro. Me entregaré sólo a Aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca este cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados. El cuerpo de la santa fue sepultado a corta distancia de Roma, fue colocada en un sepulcro separado en la Vía Nomentana, y alrededor de su tumba se tuvo una catacumba de mayores dimensiones, la que lleva su nombre. La losa original que cubría sus restos, con la inscripción de Agne Sanctissima, es probablemente la misma que se preserva hoy día en el museo de Nápoles.

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