viernes, 17 de enero de 2014

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ EL SIERVO DE DIOS “MÉDICO DE LOS POBRES”



José Gregorio Hernández Cisneros (Isnotú, Trujillo, 26 de octubre de 1864 - Caracas, 29 de junio de 1919), fue un médico y científico venezolano, solidario con los más necesitados, tanto que muchos latinoamericanos lo consideran santo a pesar de no haber sido canonizado por la Iglesia Católica.









Su padre, don Benigno María Hernández Manzaneda era de ascendencia colombiana, y su madre, doña Josefa Antonia Cisneros Mansilla, era de procedencia Española. Por línea materna había cierto parentesco con el famoso cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien fuera confesor de la reina Isabel la católica, fundador de la universidad de Alcalá y un gran propugnador de la cultura en su época. Por línea paterna, a través del linaje de un tío bisabuelo, José Gregorio se emparentaba con Francisco Luis Febres Cordero Muñoz, eminente educador y escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española, quien utiliza como seudónimo literario G.M. Bruño, con el que escribió un célebre libro de cálculo que habría de resultar muy útil a toda una generación de estudiantes. Fue conocido en vida por su bondad, rectitud y fervorosa dedicación a aliviar el sufrimiento humano, realizó los estudios de primaria en Trujillo hasta los 13 años de edad cuando se mudó a Caracas. Fue un estudiante sobresaliente y se graduó de bachiller en filosofía en 1884. Ingresa en la Universidad Central, donde obtiene el título de Médico el 28 de junio de 1888. Cuando se disponía a ejercer la profesión en Caracas, gracias a una beca, viaja a Europa para estudiar en París, algunas materias de las que aquí no se tenía gran conocimiento. El 28 de Junio de 1888 se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela, y antes de despegarse en su carrera, el Gobierno de Raimundo Andueza le concedió una beca para estudiar Bacteriología en Paris, hasta 1891 y, fue así como José Gregorio se preparó con profundidad en las áreas de: Microbiología, Histología Normal, Patología, Bacteriología y Fisiología Experimental. A su regreso de Francia fue nombrado profesor de la primera Cátedra de Bacteriología en América del Sur. Se dedicó a la docencia, el ejercicio profesional y a la práctica religiosa. Por esta razón, fue profesor desde 1891 hasta 1916. Se distinguió por su fe inquebrantable, su castidad perfecta, su humildad y sencillez profunda, su excelencia profesional, su tierna devoción a la Virgen, y su gran amor a Dios y al prójimo. En dos oportunidades quiso hacerse sacerdote, pero su condición física resultó su mayor impedimento. Era conocido como un profesor culto (hablaba español, francés, alemán, inglés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología, exigente y se caracterizaba por la puntualidad en el cumplimiento de sus deberes profesorales. Formó una escuela de investigadores, quienes desempeñaron un papel importantísimo en la medicina venezolana. Discípulos de Hernández fueron, entre otros, el doctor Jesús Rafael Risquez, quien fue su sucesor en la cátedra de Bacteriología y Parasitología, y Rafael Rangel, considerado como el fundador de la parasitología nacional. A pesar de no ocupar algún cargo dentro del clero de la Iglesia católica, José Gregorio era un ferviente creyente del catolicismo. En 1907, decidió abocarse a la vida religiosa y, luego de discutir el caso con el arzobispo de Caracas, monseñor Juan Bautista Castro, envía una carta al prior de la Orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta, cerca de Lucca (Italia). Por su parte, monseñor Juan Bautista Castro también envía una carta de recomendación al prior, en donde le solicita la admisión de José Gregorio a la orden. En 1908, es admitido en el monasterio de clausura, tomando el nombre de Hermano Marcelo. Sin embargo, nueve meses después de su ingreso, enferma de tal manera que el Padre Superior dispone su regreso a Venezuela para su recuperación. El 29 de Junio, como todos los días, José Gregorio se levantó a las cinco, tomó su primer baño del día, rezó el Angelus, y después se dirigió a la iglesia de la Divina Pastora a escuchar la misa y a comulgar. Como era domingo, no tenía que ir a la universidad, por lo que se fue a visitar algunos de sus enfermos en esa parroquia. Regreso luego a su casa (en el número 3 de San Andrés a Desbarrancado), donde su hermana Isolina le sirvió el desayuno: pan, mantequilla, queso y agua de panela. Después de organizar su consultorio, salió a visitar las casas de sus pacientes, cosa que acostumbraba hacer en las mañanas que no tenía clases, entre las ocho y las once y cuarenta y cinco. Para este recorrido José Gregorio iba generalmente a pie. Poco antes del mediodía llego a su casa, donde tomó su segundo baño del día como era costumbre. A las doce del día rezó el Angeluz y se sentó a almorzar. Este último almuerzo consistió en sopa, legumbres, arroz y carne acompañados de un refresco de guanábana que le enviara su cuñada, Dolores de Jesús Briceño Gonzales, la esposa de César Benigno. Para reposar el almuerzo se sentó en la mecedora que tenía para atender a los pobres que venían a verlo durante dos horas todos los días. Estaba esta mecedora junto a una imagen de San José. Pasada la una y media de la tarde llego alguien a avisarle de que una señora anciana se encontraba muy grave, José Gregorio tomó su sombrero y partió enseguida a visitarla. Esta anciana vivía entre Amadores y carbones. Cuando salió de consultar a la anciana enferma, José Gregorio, considerando que esta era muy pobre decidió el mismo irle a comprar las medicinas que le había recetado y para ello se llegó hasta la farmacia que se encontraba en la esquina de Amadores. En la esquina de Amadores y Urapal se encontraba estacionado un tranvía y en el momento en que salía José Gregorio de la farmacia con las medicinas otro tranvía subía desde Guanábanos hacia Amadores. José Gregorio fue a cruzar la calle por delante del tranvía que se encontraba detenido, sin percatarse de que un automóvil se aceraba en esa dirección, sorprendido por la aparición inesperada del transeúnte el chofer no pudo detener a tiempo el vehículo que conducía a 30 Km por hora y José Gregorio recibió el fuerte impacto que lo lanzó por el aire contra un poste telefónico; golpeándose en su caída con el filo de la acera. Este golpe de acuerdo con el informe forense es lo que ocasiona la muerte del ilustre médico y siervo de Dios pocos minutos más tarde, pues le fracturó la base del cráneo y le provocó una hemorragia interna. Los venezolanos lo veneran por sus virtudes como médico y por su vocación religiosa. Desde hace varios años se le atribuyen varios milagros y curaciones, tanto es así que en 1949 el Vaticano inicia su investigación. Luego de iniciado el proceso, y completados los primeros casos, fue nombrado venerable por parte del papa Juan Pablo II el 16 de enero de 1986 y en la actualidad se inicia el próximo paso su beatificación. De completarse el proceso, se convertirá en el primer santo de procedencia venezolana y el tercer beato. Venezuela tiene 2 beatos y varias religiosas venerables. Sólo se espera por el reconocimiento de un milagro más. Sus restos se encuentran en el Templo de la parroquia Candelaria, después de estar por mucho tiempo en el Cementerio General del Sur. Era la tumba más visitada de ese cementerio.

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