miércoles, 21 de marzo de 2018

Historia del Domingo de Ramos


 Domingo de Ramos


Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, y en este día se recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado por la multitud, días antes de su pasión, muerte y resurrección.    
Algunos 450-500 años antes, el profeta Zacarías había profetizado: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna." (Zacarías 9:9).  Es simbólicamente la “puerta de entrada” en la que los cristianos se preparan para entrar en la Semana Santa y, por tanto, para dirigirse a la Pascua. En esta fecha es tradición la misa de Domingo de Ramos y el rito de la procesión de las palmas, en que se bendicen los ramos con los que se aclama al Señor.   


                                                                                                                                                              

Los ramos no son un simple objeto bendito, son el signo de la participación gozosa en el rito procesional, expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y Señor, que va hacia la muerte para la salvación de todos los hombres. Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, que   es   lo   propio   del  Misterio   Pascual.Aclaman a Jesús a las voces “Bendito el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (en hebreo, esto significa literalmente “¡Salva, pues!”, y se ha convertido en una exclamación de triunfo pero también de alegría y de confianza).   
El     color     litúrgico      del          Domingo de  Ramos   es     el       rojo,    debido        a      que      se      celebra      la        Pasión     de     Cristo.El olivo es el árbol típico de la región donde vivió Jesús. Por eso los habitantes de Jerusalén salieron al encuentro de Jesús con ramos de olivo.  Diversos testimonios revelan que Jerusalén ya celebraba en el siglo IV la entrada triunfal de Jesús en la ciudad. Una peregrina llamada Egeria, que recorrió Tierra Santa en el año 380, da testimonio de ello en un manuscrito hallado en 1884. Desde Jerusalén, la procesión se extiende al mundo entero…   Egeria, o Eteria, nos describe la procesión que, del Monte de los Olivos al Santo Sepulcro, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: “Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima (17h), se lee aquel pasaje del Evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al encuentro del Señor diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a pie desde lo alto del Monte de los Olivos, marchando delante con himnos y antífonas, respondiendo siempre: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. En su testimonio, Egeria insiste en la gran participación de niños en esta procesión: “Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo”.   
No fue sino hasta los siglos VI y VII que fue añadida la bendición ritual de las palmas. Una procesión en la mañana reemplazó a la nocturna, y para el siglo VIII la Iglesia Occidental celebraba "Dominica in Palmis" o "Domingo de Ramos."
En el más sencillo de los términos, el Domingo de Ramos es una oportunidad para reflexionar sobre la última semana de la vida de Jesús. Jesús no negó la imagen que la multitud esperaba, el cumplimiento de las esperanzas de Israel de que sería su rey terrenal, destruyendo el gobierno romano. En vez de eso, Jesús entró humildemente en Jerusalén para dar Su vida en una cruz, salvando a la humanidad del pecado y la muerte. Un día, Jesús regresará gloriosamente como un poderoso guerrero en batalla (Apocalipsis 19:11-16).
El Domingo de Ramos sirve como una preparación del corazón para la agonía de Su Pasión y la alegría de Su Resurrección. 



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