miércoles, 21 de marzo de 2018

Historia del Domingo de Ramos


 Domingo de Ramos


Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, y en este día se recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado por la multitud, días antes de su pasión, muerte y resurrección.    
Algunos 450-500 años antes, el profeta Zacarías había profetizado: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna." (Zacarías 9:9).  Es simbólicamente la “puerta de entrada” en la que los cristianos se preparan para entrar en la Semana Santa y, por tanto, para dirigirse a la Pascua. En esta fecha es tradición la misa de Domingo de Ramos y el rito de la procesión de las palmas, en que se bendicen los ramos con los que se aclama al Señor.   


                                                                                                                                                              

Los ramos no son un simple objeto bendito, son el signo de la participación gozosa en el rito procesional, expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y Señor, que va hacia la muerte para la salvación de todos los hombres. Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, que   es   lo   propio   del  Misterio   Pascual.Aclaman a Jesús a las voces “Bendito el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (en hebreo, esto significa literalmente “¡Salva, pues!”, y se ha convertido en una exclamación de triunfo pero también de alegría y de confianza).   
El     color     litúrgico      del          Domingo de  Ramos   es     el       rojo,    debido        a      que      se      celebra      la        Pasión     de     Cristo.El olivo es el árbol típico de la región donde vivió Jesús. Por eso los habitantes de Jerusalén salieron al encuentro de Jesús con ramos de olivo.  Diversos testimonios revelan que Jerusalén ya celebraba en el siglo IV la entrada triunfal de Jesús en la ciudad. Una peregrina llamada Egeria, que recorrió Tierra Santa en el año 380, da testimonio de ello en un manuscrito hallado en 1884. Desde Jerusalén, la procesión se extiende al mundo entero…   Egeria, o Eteria, nos describe la procesión que, del Monte de los Olivos al Santo Sepulcro, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: “Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima (17h), se lee aquel pasaje del Evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al encuentro del Señor diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a pie desde lo alto del Monte de los Olivos, marchando delante con himnos y antífonas, respondiendo siempre: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. En su testimonio, Egeria insiste en la gran participación de niños en esta procesión: “Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo”.   
No fue sino hasta los siglos VI y VII que fue añadida la bendición ritual de las palmas. Una procesión en la mañana reemplazó a la nocturna, y para el siglo VIII la Iglesia Occidental celebraba "Dominica in Palmis" o "Domingo de Ramos."
En el más sencillo de los términos, el Domingo de Ramos es una oportunidad para reflexionar sobre la última semana de la vida de Jesús. Jesús no negó la imagen que la multitud esperaba, el cumplimiento de las esperanzas de Israel de que sería su rey terrenal, destruyendo el gobierno romano. En vez de eso, Jesús entró humildemente en Jerusalén para dar Su vida en una cruz, salvando a la humanidad del pecado y la muerte. Un día, Jesús regresará gloriosamente como un poderoso guerrero en batalla (Apocalipsis 19:11-16).
El Domingo de Ramos sirve como una preparación del corazón para la agonía de Su Pasión y la alegría de Su Resurrección. 



domingo, 18 de marzo de 2018

Vida de familia, signo privilegiado del amor de Dios.




El hogar de Nazaret”

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 José, trabajando, lucha por conseguir el sustento necesario, Jesús aprendiendo de José su trabajo.

Dios quiso que, como la mayoría de los hombres, Jesús viviese en un ambiente familiar. Podía haber sido de otra manera, como por ejemplo, vivir como un niño adoptado en el Templo, o crecer en otro ambiente; incluso no es impensable que Dios hubiese querido hacerse hombre sin pasar por la niñez, y por tanto, por el ambiente familiar. Pero el hecho es que la familia le rodea con su cálido y amable clima. El Matrimonio de José y María fue ciertamente peculiar, pues fue virginal, pero era un auténtico matrimonio. Los vínculos entre María y José son de verdaderos esposos, aunque libremente vivan de manera virginal por designio divino. Es fácil ver aquí la importancia que Dios concede a la familia, y la incluye de manera especial en la restauración de lo humano realizada en la Redención. La familia es un signo privilegiado del amor de Dios. El libro del Génesis muestra la voluntad de Dios de crear al hombre y a la mujer para que inicien una institución básica: el matrimonio; institución orientada a la vida y al amor. Los padres engendran hijos para Dios, y conviven en un clima reflejo de ese amor divino, tanto es así que no puede ser sustituido por ningún otro. Dios quiere que los seres humanos entren en el tiempo en un clima de amor. Los padres crean este amor; pero ellos mismos se benefician y crecen en su mutua estimación por la presencia de los hijos. El pecado deformó en gran parte la vida familiar. A través de los siglos se han dado males contra los recién nacidos, que exigen silenciosamente una vida de amor lo más plena posible; y también contra los niños y los adultos por no seguir el plan amoroso de Dios sobre la familia. Ejemplos de esas fallas son la separación de los padres, la infidelidad, los malos tratos e, incluso, el abandono de los niños; y otras que reflejan más el egoísmo que el amor, como son la sobreprotección, la ausencia de formación para la generosidad etc. Esta situación necesitaba Redención. El ambiente familiar es grato y dulcísimo en la medida en que se consigue que reine el amor en aquel hogar. En cualquier colectividad humana si en ella falta amor se puede convertir en un infierno. Esto es más intenso para la vida familiar porque los lazos son más profundos. La experiencia humana muestra que, cuanto más cerca de Dios viven los miembros de una familia, el amor entre ellos es más pleno. El amor de Dios purifica el lastre de egoísmo que toda criatura arrastra. Los padres comprenden mejor a los hijos y se entregan más a ellos. Los hijos obedecen con más prontitud; y cuando crecen, honrarán a sus padres. Los vínculos familiares son cada vez más fuertes y más gratos, incluso cuando llegan desgracias. ¿Cómo era el ambiente del hogar de Nazaret? La respuesta es sencilla: un ambiente de la máxima caridad, y, por tanto, grato, amable. Jesús es el Amor hecho carne. María, inmune de pecado y llena de Dios, no tiene dificultad para querer. José, el varón justo que responde que sí a la voluntad divina tanto cuando se presenta fácil como cuando viene rodeada de dificultad, asombra con su prontitud para servir. En una palabra se puede condensar el ambiente que observamos en la Sagrada Familia: servicio. Allí todos sirven a todos; cada uno sirve según su lugar natural en la familia. No se limitan a cumplir, sino que cada uno se excede en el amor según sus posibilidades. No cabe en aquella familia el que cada uno vaya a lo suyo, porque lo que cada uno pretende es servir a los demás. Si usamos un poco la imaginación para comprender mejor aquel ambiente de la Sagrada Familia podemos observar un cuadro muy amable, pero normal.    José, trabajando, lucha por conseguir el sustento necesario, y toma las decisiones importantes de la vida diaria., es de suponer que tendría en ella en cuenta la opinión de la Virgen. María tendría la casa limpia, cuidada; sabría poner esos detalles que alegran la vista y llevan a alabar a Dios como el adorno de una flor o un detalle bien cuidado; la comida estaría preparada con delicadeza: pobre, pero digna. Jesús alegraría la casa con sus risas, aprendiendo de José su trabajo, y de María las primeras letras. Después, con el paso del tiempo, las conversaciones serían entrañables entre los tres. La oración la realizarían unas veces juntos; otras, por separado; pero sería una parte importante de la vida diaria. La Sagrada Familia es el modelo para toda familia; especialmente para la familia cristiana, que convierte a los hogares en "luminosos y alegres", cada hogar cristiano debería ser un remanso de serenidad, en el que por encima de las pequeñas contradicciones diarias se percibiera un cariño hondo y sincero, una tranquilidad profunda, fruto de una fe real y vivida. En la medida en que se consigue que un hogar se asemeje al de Nazaret, será más luminoso e iluminará al mundo con una paz que sin Dios es imposible de encontrar. Además, cada miembro de la familia podrá, .desarrollar su personalidad de una manera armónica con naturalidad y sin estridencias. La alegría del hogar nace de esa paz, no del egoísmo calculado. La familia llega a ser aquel lugar donde cada uno es amado por sí mismo, sean cuales sean sus méritos, cualidades físicas o morales. El amor está más purificado de esos egoísmos que lo enturbian con frecuencia. La meta es grande y el modelo,                                                         claro:

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                                                       La Sagrada Familia de Nazaret

domingo, 30 de julio de 2017

VIVIR EN ARMONÍA Y BUSCAR EL BIEN.

                                                       Resultado de imagen para dios     

  REFLEXIÓN 
Nadie es tan auto suficiente como para no necesitar de los demás. Vivir aislado es secarse como la planta que no tiene sabia para crecer. ¡ Que bueno es vivir en armonía con los demás, intercambiar experiencias, conversar y solidarizarse!


MEDITACIÓN


Busca siempre hacer el bien. La mayor alegría del ser humano es poder ayudar a su prójimo.


ORACIÓN 


"Hermano muy querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace el bien es de Dios. El que hace el mal no ha visto a Dios"               ( 3ra Jn 1,11 ).

viernes, 28 de julio de 2017

EL DIOS QUE ME SALVA !


                                                                                    La imagen puede contener: una persona, exterior

REFLEXIONES
Ser receptivo a los cambios es un fuerte indicio de progreso. Recuerda que la acción constructiva solo puede ser realizada si hay percepción de la necesidad de cambiar. Por tal motivo, debes estar siempre cociente de tus actitudes y reacciones antes la circunstancias.
MEDITACIÓN
Recuerda que las semillas no se convierten en arboles de un día para otro. Todo requiere dedicación y paciencia.
ORACIÓN
"Vean como es El, El Dios que me salva ! En El confió y no tengo mas miedo, Yahve es mi fuerza y mi canción El ha sido mi salvación" ( Is 12,2-3 )



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lunes, 23 de noviembre de 2015

ADVIENTO


 

 El adviento es, en primer término, tiempo de preparación a la Navidad, donde se recuerda a los hombres la primera venida del Hijo de Dios. Es asimismo tiempo en el que se dirigen las mentes, mediante este recuerdo y esta espera, a la segunda venida de Cristo, que tendrá lugar al final de los tiempos. Por ello, el adviento tiene una triple dimensión: histórica, en recuerdo, celebración y actualización del nacimiento de Jesucristo en la historia; presente, en la medida en que Jesús sigue naciendo en medio de nuestro mundo y a través de la liturgia celebramos, de nuevo, su nacimiento; y escatológica, en preparación y en espera de la segunda y definitiva venida del Señor.
 El adviento es, ya en su mismo término o vocablo, <presencia> y <espera>. Es tiempo, no tanto de penitencia como la cuaresma, sino de esperanza gozosa y espiritual, de gozo, de espera gozosa. Toda la liturgia de este tiempo persigue la finalidad concreta de despertar en nosotros sentimientos de esperanza, de espera gozosa y anhelante.
 El adviento es un tiempo atractivo, cargado de contenido, evocador, válido… Vivir el adviento cristiano es revivir poco a poco aquel gran esperanza de los grandes pobres de Israel desde Abraham a Isabel, desde Moisés a Juan el Bautista… Vivir el adviento es ir adiestrando el corazón para las sucesivas sementeras de Dios que preparan la gran venida de la recolección… La vida es siempre adviento o hemos perdido la capacidad de que algo nos sorprenda grata y definitivamente.
 Durante este tiempo del adviento se han de intensificar actitudes fundamentales de la vida cristiana como la espera atenta, la vigilancia constante, la fidelidad obsequiosa en el trabajo, la sensibilidad precisa para descubrir y discernir los signos de los tiempos, como manifestaciones del Dios Salvador, que está viniendo con gloria. A lo largo de las cuatro semanas del adviento debemos esforzarnos por descubrir y desear eficazmente las promesas mesiánicas: la paz, la justicia, la relación fraternal, el compromiso en pro del nacimiento de un nuevo mundo desde la raíz.
 El adviento nos dice que la perspectiva de la vida humana está de cara al futuro, con la esperanza puesta en la garantía del Dios de las promesas.
 Adviento es el camino hacia la luz. El camino del creyente y del pueblo que caminaban entre tinieblas y encuentran la gran luz en la explosión de la luz del alumbramiento de Jesucristo, luz de los pueblos. La esperanza es la virtud del adviento. Y la esperanza es el arte de caminar gritando nuestros deseos: ¡Ven, Señor Jesús!

martes, 1 de julio de 2014

LO QUE MUCHOS NO SABEMOS SOBRE EL AYUNO




Antes de hablarte del ayuno, quisiera hablarte primero de lo que es la Ascesis o Penitencia, ya que el ayuno es solo parte de este trabajo espiritual que todo cristiano debe hacer si quiere llegar a la santidad propuesta por Jesucristo.
Empezaré diciéndote que cuando hablamos de Ascesis o Penitencia nos referimos al esfuerzo humano que responde a la gracia de Dios, y es el medio por el cual el hombre se dispone y purifica su vida para que en ella se desarrolle en plenitud la vida divina. Este esfuerzo en nosotros los cristianos adquiere una nota particular y quizás única, ya que, a diferencia de algunas otras "espiritualidades", la Ascesis en el fiel cristiano, es animada y dirigida por el mismo Espíritu Santo, que no busca destruir sino construir.
El padre Rainiero Cantalamessa, al referirse a la santidad y su relación con la Penitencia, dice que ésta "es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo".
Por ello, la Ascesis es la herramienta de la que nos valemos para fortalecer los muros por los cuales transitan nuestros deseos y aspiraciones, los cuales fuera de control son capaces de destruir nuestra vida, o al menos impedir que ésta alcance la plenitud. Es, digamos, el elemento regulador, y, en muchos casos, el propulsor de una vida equilibrada y santa. Por eso dice al respecto el Catecismo de la Iglesia: "Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia" (Cat. No. 1435)
Por una ancestral tradición, los viernes son considerados como un día de Penitencia. Esto es debido, principalmente a que en un viernes Jesús padeció por nosotros para darnos la vida eterna. Por esta razón, entre otras, se ha identificado la Penitencia con el sufrimiento. Cuando pensamos en la Penitencia, de inmediato viene a nuestra mente los monjes dándose de latigazos, o poniéndose espinas en el pecho, o de alguna manera destruyendo su cuerpo. Sin embargo la Penitencia, como nos lo explica el papa Juan Pablo II en Reconciliación y Penitencia, es: todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al corazón y del corazón a la vida. Es decir la Penitencia es una ayuda para que podamos realmente vivir el Evangelio.
Un santo de la edad media que había entendido bien lo que era la Penitencia decía: la primera y más importante Penitencia es: Orar.
Desafortunadamente, el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la Ascesis o Penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y materialista que vivimos nos hace despreciar con facilidad estos dos valores que son fundamentales (cf. Mt 10,38), por no decir, indispensables, en la vida, no solo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para poder vivir una vida razonablemente alegre y estable. Y es que la Penitencia actúa como una fuerza reguladora sobre nuestras pasiones y deseos los cuales dejados en libertad pueden llegar a destruir nuestra vida. Para contenerlos, en algunos casos debemos agregar a nuestra vida algo, "Ascesis Positiva" , y en otros eliminar o matizar, "Ascesis Negativa". En ambas direcciones la Penitencia supone una renuncia, por lo que esto no se podrá hacer sin la ayuda de la cruz y del Espíritu Santo. La Penitencia cristiana, correctamente entendida, no es estoicismo, ni platonismo, por lo que no se trata de destruir nuestro cuerpo, sino de una "herramienta espiritual que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria".
Para que la Penitencia sea verdaderamente una ayuda para el crecimiento espiritual, es necesario quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para redescubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas, nos ama y nos ha llamado a la santidad más elevada. Esto nos llevará sin lugar a dudas a experimentar el poder que sana el interior del hombre y que le impulsa a reemprender el camino de la felicidad, la alegría, el gozo y la paz, ya que como bien decía Clímaco: "es mediante la Penitencia como nos libramos de la tiranía de las pasiones". Así la Ascesis es la cruz benéfica que nos ayuda a renunciar a nosotros mismos, a los excesos y exageraciones, y que prepara el camino para que Dios desarrolle en nosotros la vida divina, la "Vida según el Espíritu".
Sin embargo debemos ser conscientes que la falta de prudencia, puede también desordenar la misma Penitencia, con lo cual se causan graves daños, sobre todo al alma, ya que la práctica de la mortificación debe ser siempre un acto de templanza.
Santo Tomas, citando a San Jerónimo dice: "No hay diferencia entre matarse en largo o en corto tiempo. Se comete una rapiña, en ves de hacerse una ofrenda, cuando se extenúa inmoderadamente [sin templanza] el cuerpo por la demasiada escasez de alimento o el poco de sueño".
Ahora si, teniendo en cuenta lo que te he dicho sobre la Penitencia, veamos un poco el Ayuno. El Ayuno, desde la vida espiritual, nos ayuda en dos áreas de nuestra vida. Por un lado, es la forma como la voluntad se entrena con la renuncia a cosas buenas, para en su momento poder rechazar las malas. Por otro lado, ejerce una acción misteriosa, que permite al alma abrirse de una manera particular a la gracia y a la presencia de Dios.
Cuando nos privamos de cualquier cosa que está en relación con nuestros apetitos, especialmente con el placer (comer, beber, ver, oír, sentir), estamos acostumbrando a nuestra voluntad a recibir ordenes directamente de nosotros y no de nuestras pasiones. Nos lleva a ser dueños de nosotros mismos. De esta manera, una persona habituada a ayunar será una persona habituada a la renuncia, y tendrá sometidas sus pasiones a la voluntad, de manera que el cuerpo come, duerme, y hace lo que la voluntad le indica. Si la voluntad está orientada a Dios, buscará evitar todo lo que lo separa de Dios y orientará todas sus acciones a EL.
Por otro lado, como te decía, el Ayuno, especialmente el de la comida, nos abre de una manera misteriosa a la presencia de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre de Dios.
Ahora bien, para que esto se realice, el Ayuno debe estar unido a la oración. Sin oración el Ayuno se convierte en dieta o en estoicismo, que poco o nada ayuda a la vida espiritual.
De manera práctica, te indico algunos elementos que pueden serte de utilidad para iniciarte y crecer en este ejercicio espiritual:
1. Lo primero es que el Ayuno debe ser progresivo. Es decir hay que comenzar por lo poco y poco a poco progresar en él. Empieza entonces con pequeñas renuncias, como negarte un café, un vaso de agua, un dulce, un postre, un programa de televisión, etc. Esto irá poco a poco aumentando tu capacidad de renuncia.
2. Inicia el Ayuno con un buen rato de oración. Te recomiendo prepararlo desde un día antes… por la noche haz un buen rato de oración y ofrece a Dios el día de Ayuno. Pide a Dios la gracia que estás necesitando o el sentido que quisieras ver fortalecido con tu Ayuno. Durante todo el día de Ayuno, dedica el mayor tiempo que puedas a la oración. Es conveniente que se escoja un salmo el día anterior y alguna frase del salmo para repetirlo durante todo el día de Ayuno, como: “Señor tú eres mi fuerza y mi victoria”, o alguna frase del mismo salmo. Regresa durante el día al salmo y ten el mayor tiempo de oración que puedas… substituye el alimento corporal con alimento espiritual.
3. Es muy conveniente que inicies tu Ayuno con la Eucaristía. Busca una Iglesia en donde puedas comulgar en la mañana. Si no se puede, haz al menos una comunión espiritual.
4. Una vez que sientas que has progresado con las renuncias, inicia con lo que se llama el Ayuno Eclesiástico, que es lo mínimo que nos invita a vivir la Iglesia en los días prefijados de Ayuno (Miércoles de ceniza y Viernes Santo). Este consiste en desayunar un pan y un café, no tomar nada entre comidas, comer ligero (procurando que te quedes con un poco de hambre) y finalmente por la noche lo mismo un pan y un café.
5. El siguiente paso es hacer medio Ayuno, que consiste en solo un café en la mañana, nada entre comidas y una comida ligera. Solo agua todo el día. Por la tarde puede tomar una cucharada de miel, sobre todo si tienes un trabajo que requiera mucho desgaste de energía.
6. Finalmente podrás aspirar al Ayuno de pan y agua, que consiste en comer solo pan y agua. Lo mismo, puedes tomar una cucharada de miel a media mañana y a media tarde para recuperar energía.

Recuerda, que es una obra del Espíritu, por lo que no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde a una gracia inmensa de Dios y viceversa, un gran esfuerzo humano y pocos resultados espirituales. Dios sabe cómo, y en qué momento darnos las gracias. De lo que si puedes estar seguro es que al iniciarte en el ayuno te abrirás a la santidad y tu vida cambiará RADICALMENTE. El Ayuno es el camino a la perfección cristiana. Ánimo.

domingo, 29 de junio de 2014

Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles



Evangelio según San Mateo 16,13-19.


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”.
Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.
“Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”.
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. San Pedro y San Pablo.


San Pedro, Apóstol (s. I )

Recorría las calles de Batsaida con las cestas llenas acompañado de su padre Jonás y su hermano Andrés para vender la pesca. También pasaron horas remendando las redes, recomponiendo maderas y renovando las velas.
Se casó joven. Era amigo de los Cebedeos, de Santiago y Juan, que eran de su mismo oficio. A veces, se sentaban en la plaza y, comentaban lo que estaba en el ambiente pleno de ansiedad y con algo de misterio; hablaban del Mesías y de la redención de Israel. En la última doctrina que se explicó en la sinagoga el sábado pasado se hablaba de Él.
Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, ha calentado el ambiente con sus bautismos de penitencia en el Jordán. Andrés está fuera de sí casi, gritándole: ¡Lo encontré! ¡Llévame a él!, le pidió. Desde entonces no se le quitará de la cabeza lo que le dijo el Rabbí de Nazaret: ¡Te llamarás Cefas!
Continúa siendo tosco, rudo, quemado por el sol y el aire; pero él es sincero, explosivo, generoso y espontáneo. Cuando escucha atento a Jesús que dijo algo a los ricos, tiempo le faltó para afirmar «nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué será de nosotros?» Oye hablar al Maestro de tronos y piensa de repente, sin pensarlo «Seré el primero».
Pedro es arrogante para tirarse al agua del lago y al mismo tiempo miedoso por hundirse. Cortó una oreja en Getsemaní y luego salió huyendo. Es el paradigma de la grandeza que da la fe y también de la flaqueza de los hombres. Se ve en el Evangelio descrita la figura de Pedro con vehemencia para investigar; protestón ante Cristo que quiere lavarle los pies y noble al darle su cuerpo a limpiar.
Es el primero en las listas, el primero en buscar a Jesús, el primero en tirar de la red que llevaba ciento cincuenta y tres peces grandes; y tres veces responde que sí al Amor con la humildad de la experiencia personal.
Roma no está tan lejos. Está hablando a los miserables y a los esclavos prometiendo libertad para ellos, hay esperanza para el enfermo y hasta el pobre se llama bienaventurado; los menestrales, patricios y militares… todos tienen un puesto; ¿milagro? resulta que todos son hermanos. Y saben que es gloria sufrir por Cristo.

En la cárcel Mamertina está encerrado, sin derechos; no es romano, es sólo un judío y es cristiano. Comparte con el Maestro el trono: la cruz, cabeza abajo. En el Vaticano sigue su cuerpo unificante y venerado de todo cristiano.             
San Pablo, Apóstol (s. I ) 

Dejó escrito: «He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me está reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me dará en su día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida».

Y fue mucha verdad que combatió, que hizo muchas carreras y que guardó la fe. Su competición, desde Damasco a la meta -le gustaba presentar la vida cristiana con imágenes deportivas- no fue en vano, y merecía el podio. Siempre hizo su marcha aprisa, aguijoneado con el espíritu de triunfo, porque se apuntó, como los campeones, a los que ganan.
En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos de los que lapidaban a Esteban. Después se levantó como campeón de la libertad cristiana en el concilio que hubo en Jerusalén. Y vio necesario organizar las iglesias en Asia, con Bernabé; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.
Suelen acompañarle dos o tres compañeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de los ídolos: países bárbaros, gentes extrañas, ciudades paganas, caminos controlados por cuadrillas de bandidos, colonias de fanáticos hebreos fáciles al rencor y tardos para el perdón. Antioquía, Pisidia, Licaonia, Galacia.
Y siempre anunciando que Jesús es el hijo de Dios, Señor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte años antes había ido de un lado para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por blasfemo y sedicioso.
Los judíos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discípulo y muchos se amotinan, le apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo porque es el Espíritu quien le lleva; de casi todos lados le echan.
Filipos es casi-casi la puerta de Europa que le hace guiños para entrar; de allí es Lidia la primera que cree; pero también hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y declararlo judío indeseable haciendo que termine en la cárcel, después de recibir los azotes de reglamento. En esta ocasión, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas.             


Tesalónica, que es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia. Judío errante llega a Atenas -toda ella cultura y sabiduría- donde conocen y dan culto a todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allí al Dios verdadero que es capaz de resucitar a los muertos como sucedió con Jesús.
Corinto le ofrece tiempo más largo. Hace tiendas y pasa los sábados en las sinagogas donde se reúnen sus paisanos. Allí, como maestro, discute y predica. El tiempo libre ¡qué ilusión! tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con doctrina nítida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando ánimos y sugiriendo consejos prácticos.
En Éfeso trabaja y predica. Los magos envidian su poder y los orfebres venden menos desde que está Pablo; el negocio montado con las imágenes de la diosa Artemis se está acabando. Las menores ganancias provocan el tumulto.
Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano, será una tierra bárbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados. Solo el límite del mundo pone límite a la Verdad.
Quiere despedirse de Jerusalén y en Mileto empieza a decir «adiós». La Pentecostés del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalén la calumnia de haber profanado el templo con sacrilegio. Allí mismo quieren matarlo; interviene el tribuno, hay discurso y apelación al César. El camino es lento, con cadenas y soldado, en el mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio.
La circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el misterio de la unión indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia. Al viajero que es místico, maestro, obrero práctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y magnánimo lo pone en libertad, en la primavera del año sesenta y cuatro, el tribunal de Nerón. Pocos meses más tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada cerca del Tíber.

¿Que nos enseña la vida de Pedro?

Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse para ser santos todos los días Pedro concretamente nos dice: ” sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” ( I Pedro, 1, 15)
Cada quién, de acuerdo a su estado de vida debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

¿Que nos enseña la vida de San Pablo?

Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicándo su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar que viva, y de diferente maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.