“Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo”.(Mt28,20)
La hora Santa consiste en la exposición y adoración del Santísimo
Sacramento del Altar, de La Eucaristía. La forma sagrada, es decir, Jesús
mismo, es colocado en la custodia, que es una pieza de oro o de otro metal
precioso. La hora santa es una práctica de origen divino. La Eucaristía es el
corazón del culto católico. Aunque la forma más obvia de obtener la Eucaristía
es yendo a misa, otra manera de acercarse a Dios es realizando una Hora Santa
para la adoración del Santísimo Sacramento. Este tiempo de permanencia en
presencia física de Cristo es una ocasión propicia para la oración, la
meditación y la adoración. En una de sus apariciones a Santa Margarita María de
Alacoque Jesús le dijo; “Todas las noches del jueves al viernes te haré
participar de la mortal tristeza que quise padecer en el Huerto de los Olivos;
tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de soportar que la
muerte. Y para acompañarme en aquella humilde plegaria, que entonces presenté a
mi Padre, te postrarás con la faz en tierra, deseosa de aplacar la cólera
divina y en demanda de perdón por los pecadores”. Estando de rodillas, figúrate estar a la
entrada del huerto de los Olivos, de aquel huerto testigo de los inmensos
dolores de un Dios Redentor… Besa la tierra como si verdaderamente fuera la de
ese misterioso jardín. Haz de todo corazón actos de fe, esperanza y caridad, y
reza, penetrado de dolor por tus pecados, reconociéndote indigno de pasar una
hora con Jesús agonizante. Toda persona que pasa una hora de adoración ante
Jesús en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, desarrolla una relación
personal con Jesús y crece en amor y santidad. Un tiempo de silencio con
nuestro Señor en la adoración, permite que lo escuchemos y reconozcamos Su voz
cuando nos habla a nuestro corazón. La
Hora Santa es una oportunidad magnífica para hacer ese silencio interior en el
que el Señor nos habla especialmente. Esto se logra de variar maneras. La Hora
Santa rezada en la Iglesia, tiene la ventaja de la presencia del Señor en el
Santísimo Sacramento, y la Iglesia es el lugar natural para la oración. En la
Adoración Eucarística, estamos delante de Jesús así como los ángeles y los
santos están delante de El en el cielo, y así como ellos se alegran por
adorarlo, también nosotros nos alegramos y agradecemos que nos haya llamado a
estar delante de Él.
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